Cerrar la parcela de una casa con una malla metálica es una opción cada vez más elegida por quienes buscan una solución funcional, económica y visualmente agradable. Aunque a primera vista la malla metálica puede parecer un material demasiado simple o industrial, lo cierto es que, con una correcta instalación y ciertos cuidados estéticos, puede integrarse perfectamente al entorno y aportar armonía al conjunto de la vivienda. Todo depende de cómo se diseñe, qué materiales se combinen y cómo se piense en su relación con el paisaje y el estilo de la casa.
El primer paso para cerrar una parcela de forma adecuada con malla metálica consiste en planificar bien el espacio. Esto implica estudiar el perímetro, tomar medidas exactas, definir los puntos de acceso, como portones o puertas, y tener claro qué nivel de privacidad o seguridad se desea. La malla metálica puede ser de distintos tipos: simple torsión, electrosoldada o de triple torsión, por ejemplo. Cada una tiene un aspecto visual diferente y un grado de rigidez o resistencia que conviene evaluar según las necesidades del terreno y el uso del espacio. Para una vivienda, la malla electrosoldada es una de las más recomendables, ya que es resistente, duradera y tiene un diseño más limpio.
Una vez definido el tipo de malla, es importante prestar atención a la estructura que la sostendrá. Los postes, que se colocan en los extremos y a intervalos regulares a lo largo del cierre, deben estar bien alineados, firmemente anclados al suelo, normalmente con hormigón, y tener una altura proporcional al tamaño del cerco. El color y material de estos postes influye mucho en el resultado final. El metal galvanizado o pintado en tonos neutros como gris oscuro, verde o negro suele integrarse bien con el entorno. En algunas ocasiones, los postes de madera tratada también pueden usarse para dar un acabado más cálido o natural.
El montaje debe realizarse con precisión, tensando bien la malla para que no quede floja ni se deforme con el tiempo. En este sentido, desde Spadico nos recalcan que asegurar la malla a los postes con bridas o alambre galvanizado es una técnica sencilla pero efectiva. Es fundamental que la instalación quede recta y sólida, ya que cualquier irregularidad será muy visible y podría restar estética al conjunto. Para lograr un efecto más agradable, es recomendable rematar la parte superior con un perfil que cubra o proteja los bordes cortantes de la malla, tanto por seguridad como por apariencia.
Una vez que el cierre está instalado, es donde entra en juego la parte estética y, aunque la malla metálica de por sí puede ser discreta y elegante, si se quiere que la parcela gane en encanto visual, hay muchas formas de integrar el cerco con la vegetación o los elementos del jardín. Una idea muy efectiva es utilizar plantas trepadoras, como hiedras, jazmines, madreselvas o rosales, que con el tiempo cubrirán la malla y la transformarán en una especie de muro verde, aportando sombra, frescor y privacidad. También se pueden instalar jardineras al pie del cierre, con flores o arbustos que acompañen la línea de la valla y suavicen su aspecto.
Además, combinar la malla con materiales como piedra, madera o pequeños muros bajos puede dar un aire más cuidado y sofisticado. Un zócalo de obra sobre el que se levanta la malla puede protegerla del contacto directo con el suelo, prolongando su vida útil y elevando la estética general. Las entradas y portones también deben seguir el estilo del conjunto, ya sea manteniendo el mismo tipo de malla o incorporando detalles en forja, madera o vidrio que se armonicen con la vivienda principal.
¿Qué otros cierres son también habituales en las viviendas de nuestro país?
En las viviendas españolas, además de la malla metálica, existen varios tipos de cierres que se utilizan habitualmente según el estilo arquitectónico, el nivel de privacidad deseado, la ubicación de la propiedad y el presupuesto disponible. Algunos de los más comunes son los muros de obra, las vallas de madera, los cerramientos metálicos y los setos vegetales, cada uno con sus ventajas y características propias.
Los muros de obra, hechos de ladrillo, bloque de hormigón o piedra, son una opción muy tradicional y extendida en muchas zonas del país. Se valoran por su solidez, durabilidad y la privacidad total que ofrecen, ya que pueden alcanzar alturas considerables y aislar completamente la parcela del exterior. En zonas urbanas o residenciales, este tipo de cierre es frecuente, especialmente cuando se busca seguridad y aislamiento acústico. Además, se pueden revestir con distintos materiales, como enfoscado, piedra natural o azulejos, para adaptarse al estilo de la casa.
Otro cierre habitual es la valla metálica o de forja, que se caracteriza por tener un diseño más decorativo. Estas estructuras, generalmente de hierro o acero, pueden combinar seguridad con elegancia, especialmente si están trabajadas con motivos ornamentales. Se suelen ver en viviendas con jardines cuidados, donde se quiere mantener la visibilidad, pero con una cierta delimitación estética. En ocasiones, se combinan con muretes bajos de obra, creando un equilibrio entre protección y apertura visual.
Las vallas de madera también son muy utilizadas, sobre todo en viviendas unifamiliares, casas rurales o urbanizaciones donde se busca una estética más natural o rústica. La madera aporta calidez y se integra bien en entornos verdes, aunque requiere más mantenimiento para resistir la humedad, el sol o los insectos. Actualmente existen también imitaciones de madera en PVC o materiales compuestos que ofrecen un acabado similar con mayor durabilidad.
Finalmente, los cerramientos mixtos también son habituales, combinando dos o más materiales para lograr un cierre funcional y estético. Por ejemplo, un muro bajo de piedra con valla metálica encima, o una malla metálica con plantas trepadoras, permiten personalizar el cerramiento según las preferencias del propietario y las necesidades del entorno.

